¡Ah! Tiempo. Es rostro conocido,

por atar esas manos corrompidas,
ligadas las pezuñas disecadas,
trabadas como las bestias que pastan
para no sufrir con llegadas lentas
al prado, ya sembrado, se concreta;
en deslinde de flores amarillas
que riegan los topos abisales
para mordisquear raíces dulces
en las mañanas frías de Enero,
como la prosa: es desafiante.
José
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